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Pan, Pescado y la Lavandería


SpinZone es una lavandería, sus dueños son gente del área y se ubica en la intersección de South Congress y Oltorf, en el vecindario Travis Heights en Austin, Texas. Con excepción del día de navidad, abren sus puertas al público las 24 horas, 7 días a la semana y prestan servicios tanto a residentes quienes viven en los grandes y caros edificios del área, así como a aquellos que llaman hogar a los deteriorados complejos de casas subsidiadas por el gobierno. Cuando entras al lugar, grande y con buena iluminación, lo primero que notas es la limpieza del sitio. Los mostradores para poner la ropa, los pisos, las lavadoras y secadoras siempre están impecables. Lo siguiente que se puede ver en el lugar es un conglomerado de mesas redondas y amarillas en el centro del lugar, cada una ubicada estratégicamente para que alguien pueda entretenerse viendo alguna de las tantas pantallas de televisión (en funcionamiento) o para que contemplen la lavadora mientras esperan a que la ropa termine su ciclo de lavado. Finalmente, se alcanza a ver el jardín que cuenta con una cerca alrededor. En él hay unas mesas para pícnic, una amplia área abierta y un árbol alto muy bien establecido que brinda sombra a aquellos que deciden salir a disfrutar del increíble clima (la mayor parte del tiempo) de Austin. Todo lo relacionado con este lugar encaja perfectamente con el significado de comunidad, y como tal es el lugar idóneo para llevar a cabo la reunión mensual de Laundy Love (Lavandería de amor) de la iglesia Episcopal de San David.

Laundy Love (Lavandería de amor) tuvo sus inicios hará unos 14 años en Ventura, California y rápidamente se convirtió en un fenómeno nacional. Su misión es simple - asociarse con organizaciones locales y lavanderías para ayudar a individuos y familias de bajos recursos económicos para que puedan contar con los suplementos necesarios para lavar sus ropas y sabanas. Lo que parece una tarea simple y sencilla para muchos de nosotros, resulta ser ardua y en ocasiones imposible para muchos otros, porque simplemente no cuentan con los recursos económicos, suministros o espacio necesario para lavar su ropa sucia.

La primera vez que escuché acerca de Laundy Love (Lavandería de amor) mi reacción fue visceral y me pregunté – ¿Qué rayos habría yo hecho si no hubiera sido capaz de lavar la ropa de mi hija cuando ella era tan solo una bebé y luego una niña chiquita? ¿Y qué habría hecho si no hubiera podido lavar su ropa de cama cuando se enfermaba? (¿! Cuántas y cuántas sabanas y toallas resultan después de que un virus estomacal se hace presente en una casa?!) Me habría sentido impotente, inútil, avergonzada y hasta con miedo. “Tenemos que hacer esto”, pensé. Lo sentí como un llamado vocacional que si ignoraba, implicaría perder la oportunidad de asociarme con Dios de una manera real y significativa. Nadie querría perderse de semejante oportunidad.

En marzo del 2014 dimos inicio al ministerio de Laundry Love (Lavandería de amor) de la iglesia Episcopal de San David. Durante los primeros dos años operó como un “proyecto de servicio ministerial tradicional”, en el cual los miembros de la iglesia Episcopal de San David se presentaban con todos sus suministros y servicios y la gente que ahí estaba lavando su ropa, eran los únicos beneficiarios de dichos productos y servicios. Esta era una dinámica difícil de evitar cuando hablamos de una iglesia como la de San David, que es una división Episcopal tan prolífica, es abundante en cuanta forma pudiéramos pensar cuando de recursos hablamos. Y a decir verdad, el brindar estos recursos nos hace sentir bien, útiles y provechosos.

Con el tiempo, esta versión de Laundry Love (Lavandería de amor) ha ido cambiando de tono; en donde teníamos a dos partes involucradas, de un lado a los voluntarios de la iglesia Episcopal de San David actuando como los dadores y por otro lado teníamos a los participantes del programa de Laundry Love (Lavandería de amor), fungiendo como los receptores. Hoy por hoy, reconocemos que nosotros damos y también recibimos ya que ambas partes contamos con dones y necesidades. Se percibe la sensación de que este ministerio ya no es más algo que una comunidad hace para otra, sino más bien algo que las comunidades hacen de manera conjunta.

Esto se manifiesta en varias maneras. Primero, toda la organización y trabajo de preparación para cada etapa de la reunión la hacen los participantes de Laudry Love (Lavandería de amor). Desde descargar la ropa sucia de los carros (¡Una canastilla con rueditas facilita mucho esta labor!), hasta el acomodo de los suministros como son el jabón, o el repartir crayolas y libros para colorear, el servir la pizza o colgar la piñata de una cuerda en ocasiones especiales. Yo literalmente, podría sentarme en una silla a ver solamente y todo iría tomando forma con todo lo necesario para que de manera tranquila se diera la reunión.

Segundo, aún cuando hay un grupo especifico que asiste cada mes, se llegan a ver nuevas caras. A menudo, esta gente nueva llega porque alguien que ya asiste regularmente les dijo del evento, los invitó y accedieron a encontrarse en algún sitio para poder reunirse ahí todos. Hay un sentimiento de orgullo, cuando alguien presenta a un amigo al que ha traído, o cuando una persona nueva dice algo como: “¿Ustedes conocen a Leon, verdad? Él es mi amigo. ¡Él es quien me ha traído esta noche!”

Y tercero, los participantes han comenzado a contribuir con artículos para la colecta de recursos comunales: ya sea detergente, juguetes para los niños o galletas que ellos mismos hornearon. O si alguien tiene suministros extras que no necesitan, los reparten a alguien que no tiene suficiente. Hasta llegué a ver a alguien que necesitaba todas las monedas de 25 centavos que le habían sido dadas, pero ofreció una parte de ellas para que participantes que llegaron tarde pudieran lavar por lo menos lo mínimo necesario.

Esta abundancia de disposición, esta generosidad desbordante, esta plétora de carencia de egoísmo ha venido a caracterizar la manera en la que “vivimos” entre nosotros un jueves por la noche de cada mes. Se siente como si experimentáramos la parábola de los panes y los pescados cada vez que nos reunimos. Puede que sea por solo unas cuantas horas, pero Dios hace maravillas con nuestra humilde ofrenda, transformándola en más que suficiente para todos.

Amy Moehnke ha trabajado para la iglesia Episcopal de San David en Austin desde mayo del 2008. Ella ha estado a cargo de una variedad de ministerios en esos diez años y actualmente es la Ministra laica de los adultos jóvenes y los asistentes que llegan a la iglesia por primera vez.


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