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Iglesia en la granja


La Iglesia en la granja que se dio a lugar, hace apenas un poco más de un año, fue una de las mejores experiencias de la iglesia que jamás haya tenido como líder espiritual. Por años he soñado con ideas acerca de cómo combinar la comida con la fe, o la espiritualidad con la tierra. 18 maravillosas personas se reunieron y prestaron sus terrenos para lograr algo sagrado, significativo y divertido, nos deshicimos de la mala hierba. Si, arrancar la mala hierba es una de mis facetas de mayor orgullo como sacerdote.

Verán, por meses, mis socios en el ministerio Alex, Greg y yo nos habíamos estado reuniendo para pensar, orar y hablar acerca de cómo podríamos ofrecer algún tipo de experiencia que lograse introducir a la gente a su propia tierra - a sus parcelas y plantas, semillas y agua, sol y aire cuyos resultados místicos al final del proceso, terminan en un puesto de mercado de agricultores y campesinos y en supermercados llenos de zanahorias, espinacas, maíz, papas, moras, higos, jitomates y cebollas que eventualmente van a dar a nuestras mesas, pero cuyo origen rara vez nos detenemos a considerar. Había algo importante en la conexión entre Dios, la comida y la tierra, simplemente podíamos sentirlo, y queríamos que otros lo sintieran también. No sabíamos exactamente cómo habría de verse esa conexión pero, sabíamos que si queríamos que la gente pudiera ver esas conexiones, necesitábamos llevarles a la mismísima fuente de origen. Lo que necesitábamos era una granja con campo.

Entre nosotros contábamos con unos cuantos jardines en casa y algunas jardineras, esto nos ponía en cierta desventaja, hasta que nos dimos cuenta de que no necesitábamos nuestros propios campos, solo requeríamos de algunos individuos que pudieran prestarnos sus terrenos. A través de ciertas conexiones amistosas, nos asociamos con un ministerio local que ayuda a indigentes llamado Community First Village, mismo que estaba intentando comenzar su propio proyecto de granja y nos alegramos al saber que nosotros contábamos con unas cuantas manos más para ayudarles con su idea. Yo no podría haberme sentido más contento con la situación en la que nos encontrábamos, ellos necesitaban personal para su granja, y nosotros necesitábamos la granja y campos para nuestra gente. ¡Lo consideré como una situación ordenada por Dios!

Llegamos a nuestra primera reunión a los jardines Génesis en Community First, ya prestos para que se nos pusiera a trabajar. Teníamos nuestros cancioneros y estábamos listos para cantar, teníamos estufas de campamento y nos disponíamos a para preparar un desayuno calientito para todos y poder compartirlo con otros, llevábamos nuestras botas, guantes y estábamos preparados para que se nos asignara trabajo. Yo habiendo sido criado en los suburbios, lejos de los campos y las cosechas, no estaba seguro de qué sería lo que haríamos – probablemente cosecharíamos frutas y verduras frescas o araríamos la tierra para así poder plantar un buen lote de vegetales – pero en realidad ese día nos dedicamos solamente a deshacernos de la mala hierba.

¿Desyerbar? Pensé, ¡Eso no es divertido! Me dije a mí mismo. Con todo y eso, yo sabía por qué habíamos venido, por qué habíamos querido traer gente a esta granja, sabía yo lo mucho que habíamos pensado, orado y trabajado para que llegara este día en el cual finalmente podríamos mostrarle a la gente lo que significaba enlodarse junto con Dios, y miren que estando en un jardín, eso no solo resulta ser una metáfora. A la labor de deshacernos de la mala hierba, le puse empeño con optimismo.

Mientras algunos arrancaban mala hierba, otros se encargaban de esparcir con palas el mantillo mejor conocido como mulch, y otros preparaban el desayuno calientito que juntos comimos en unas mesas de madera para picnic bajo el sol de una mañana fresca. Mientras disertábamos sobre un pasaje de las Escrituras que habíamos leído antes de comenzar nuestro trabajo, en el cual Jesús nos recuerda que no debemos afanarnos por el día mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. La mayoría de nosotros, en el pasado ya habíamos escuchado ese pasaje varias veces pero, después de estar desyerbando y esparciendo mantillo con palas por una hora, el significado de esas palabras ahora era diferente a lo entendido anteriormente. Pero todos callamos cuando una jovencita, a poco de convertirse en una adolescente, llegó a la conjetura de que arrancar la mala hierba podría ser una buena oportunidad para desenfocarnos de nuestros propios pensamientos y preocupaciones y reenfocarnos en lograr una mejor conexión con el Dios que creo toda la vida que nos rodea. Claramente ella estaba en lo correcto.

No solo pudimos entender a lo que ella se refería, sino que lo estábamos experimentando en carne propia aquella mañana, de una manera en la que no muy a menudo estábamos acostumbrados a vivirlo, debido al tipo de vida que llevamos, ajetreada, urbana y suburbana. Y eso es lo que hacemos en la Iglesia en la granja. Ahora con un nuevo jardín, con nuevos socios, aramos parcelas de tierra, plantamos semillas, cosechamos legumbres por montones tanto que nos harían falta dedos para contar, esparcimos con palas carretada tras carretada de mantillo y nos deshacemos de bastante mala hierba. Es trabajo arduo y sagrado y todos terminamos con una conexión mayor que con la que comenzamos para con Dios, para con nuestra comida y la tierra. ¡Por todo ello estoy grandemente agradecido!


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