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Convertirme en un Cristiano: Formación en la Iglesia del Futuro

¿Cómo se convierte uno en Cristiano? Algunos de nosotros “nacemos” ya en nuestra fe, con nuestros padres, abuelos u otros familiares llevándonos a la iglesia y enseñándonos lo que ellos creen. Otros pudieron haber sido introducidos al Cristianismo por medio de amigos o conocidos. No importa cómo hayamos llegado al Cristianismo, cada uno de nosotros cuenta con una historia de peregrinaje muy nuestra e inconfundible. Cómo encontramos nuestro camino al Cristianismo es algo muy nuestro y único y nos toca a nosotros comunicarlo y compartirlo.

En algún lugar a lo largo de la historia de la Iglesia, se decidió que es la Iglesia la que hace al Cristiano. Compramos la mentira de que para “hacer” Cristianos, la Iglesia tendría que fungir como cualquier otra maquina industrial que mide estandarización, eficiencia, velocidad y alineación. Este proceso mecanizado, obvio, no engrana con cómo en realidad la gente en el mundo se desarrolla y crece. El mundo está lleno de hacedores, cuenta cuentos y estudiantes ambiciosos quienes buscan conocer la verdad espiritual y teológica. Un modelo de cortar todo con un mismo patrón para “hacer Cristianos” no funcionaria con el mundo de hoy. La Iglesia aún tiene que darse cuenta de esto.

La formación individual de un Cristiano necesitará ser una gran parte de la Iglesia del futuro. Habrá una gran variedad de estrategias de formación y desarrollo, al tiempo que la Iglesia del futuro irá entendiendo que será más fuerte a través de trabajar con la diversidad. La futura Iglesia Episcopal será conocida como una red innovadora y que rompe esquemas de entre las comunidades Cristianas; habrán varias maneras en las que la gente podrá descubrir a Dios. Será una Iglesia que se involucra con contar historias y compartir y se conformará de miembros que se esmeren por cultivar una comunidad. La formación en la Iglesia del futuro tendrá que ver con conectar experiencias a través de conversaciones.

Nuestras propias historias juegan un papel importante en la sociedad; son estas, clave en ayudar a la Iglesia del futuro a entender su rol dentro de una comunidad global más amplia. Tendremos que tomarnos el tiempo y darnos la oportunidad de escuchar las historias de la gente, creando así nuevos participantes de la Iglesia.

El trabajo de la formación Cristiana siempre ha tenido que ver con ayudar a la gente a encontrar su camino hacia el bautismo y acerca de cómo ellos quieren vivir su vidas como creyentes. Dios le ha dado a toda la gente una capacidad remarcable para la vida; vivir una vida plena y creativa es un aspecto esencial en la formación de la Iglesia del futuro. Para ayudar a la gente a convertirse en lo mejor que puedan ser y a vivir a su máximo esplendor, debemos estar dispuestos a intentar cosas nuevas, aceptar cuando las ideas son erróneas y siempre estar abiertos a la flexibilidad.

Con mucha frecuencia dejamos que la ansiedad dicte nuestras decisiones y las prácticas de formación de nuestra Iglesia lo reflejan. Hemos estado intentando apagar la chispa del cuestionamiento, con hechos y quebrantando el anhelo que la gente tiene de inspiración creativa. Nuestras prácticas de formación, van paralelas a las prácticas de educación secular, con la misma meta en mente que es producir buenos miembros. Sin embargo nuestra fe, no es cuestión de “hacer” buenos miembros. Mas bien, depende de compartir nuestra historia con otros, ahí es donde hemos fallado en nuestra formación.

Si la Iglesia del futuro ha de prosperar en la manera que queremos, debemos deshacernos de la idea de una formación de “solo Domingos”. La formación es más que escuchar la lectura de la Escrituras y sentarse a los pies de un profesional o experto. La formación de la Iglesia del futuro será de individuos que se reúnan para embarcar en peregrinajes, descubriendo cómo la historia de Dios se entrelaza con la suya misma. Independientemente de la edad o el tiempo invertido en la comunidad, cada persona es un estudiante con la capacidad de aprender unos de los otros y de ellos mismos. Dios está haciendo una comunidad de autodidactas, involucrados en el trabajo de la formación para construir la Iglesia del futuro y convertirse en una comunidad de transformación.


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